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miércoles, 10 de marzo de 2010

La guerra de los antónimos

Aquí va una nota del como si al que nos exponen los medios todos los días. Es sorprendente lo poco sutiles que pueden ser los que creen tener la sartén por el mango y es necesario hablar de ello. Toda acción para desarticular esta visión parcial de la realidad es importante para todos. Espero que sirva. Pueden hacerlo circular si consideran que aporta.


La guerra de los antónimos
Nelly Barbery
Decir algo para no decir nada, palabras cómplices de un pacto de silencio que no se rompe ante la realidad de la que no se quiere hablar. Imágenes que no muestran, que son nada más parte de realidades tan lejanas a cualquier mortal, que casi se tornan virtuales. La ética y la crudeza de las imágenes son algunos de los argumentos más usados para justificar la pulcritud de unas imágenes que no se manchan con la sangre salpicada en una guerra cruel de ocupación o en cualquier acción intervencionista. La sangre se lava con las imágenes y palabras lavadas que se cargan con un discurso pacifista que se contradice totalmente con la realidad y con las noticias que llegan a través de medios alternativos que muchos se esfuerzan por mantener vivos y despiertos. Sin embargo, no se lavan las imágenes crudas que - como el otro día - mostraban una decapitación de un ser humano, en vivo y directo y que fue pasada una y otra vez, como para hacernos sentir que la única violencia que existe es la de los otros, los que defienden la autodeterminación de su pueblo y que se han visto empujados a tomar medidas desesperadas, ante la impotencia que producen las bombas, la ocupación político-militar y la destrucción sistemática de su gente y de su cultura. Nada justifica la violencia, pero todo pueblo agredido y violentado tiene el derecho a réplica, medida de emergencia para sobrevivir al furor, a la ignominia y a la destrucción de un imperio que se quiere fagocitar todo, riquezas materiales y seres humanos.
Es así como se meten en nuestras casas, como dicen ellos, sin permiso, a contarnos una historia construida sobre la base de mentiras y eufemismos. Y ahí estamos nosotros, ante ese aparato que nos pide pasividad, silencio y permisividad, que nos satura el alma de vacío y cobardía.
Desde siempre la guerra ha traído consigo desastres, duelos y pérdidas humanas y materiales. Lo que no estamos viendo es que todos somos parte activa o pasiva de esa guerra, que hoy, más allá del campo de batalla concreto, se desarrolla también en los medios, en forma de guerra psicológica de desinformación, censura y mentiras, donde las víctimas somos nosotros, quienes lejos de los escenarios de la guerra, no tenemos contacto directo con ella y aprovechando esta situación, nos tratan de convencer de la legitimidad y necesidad de la guerra, apelando al miedo y al sentimiento de inseguridad que cada vez invade más frecuentemente nuestra vida cotidiana. Se apela a la defensa de nuestra seguridad, a la lucha contra el terrorismo y con estos argumentos toda acción para eliminarlos es justificable. Por las dudas nos causen horror las acciones de guerra y sus víctimas militares y civiles, adultos, jóvenes y niños, nos cuentan que hay guerra pero no lo que realmente ocurre en ella. Y siempre el discurso viene de un lado de la historia, de los supuestos buenos (según el discurso maniqueísta en el cual nos quieren involucrar), los otros son monstruos violentos a los cuales no se les da el beneficio de la palabra ni de la imagen.
A las FARC de Colombia se las asocia con el narcotráfico como el único sustento de su actual existencia, la guerrilla de más de 40 años, la más antigua de Latinoamérica. Al MAS de Bolivia también se lo asocia con la coca como base de su lucha y resistencia social. A los aymaras de Ilave en Perú se los relaciona con la violencia generada por extranjeros que no se sabe de donde son, que tienen no se cuales intereses ajenos a los de la gente que lucha. A la resistencia de Irak se la relacionó con Sadam Husseim primero y ahora con el fundamentalismo religioso y terrorista, que manipula a la población que sale a expresar a las calles su repudio a la ocupación de potencias extranjeras lideradas por Estados Unidos, o que defiende a su pueblo del genocidio con las armas. A Al Qaeda lo relacionan con el terrorismo más salvaje que haya existido, interesados ellos en destruir a Estados Unidos, Europa y todo cuando represente a la cultura occidental. A los luchadores sociales argentinos, piqueteros, hombres y mujeres hambrientos y desocupados, los relacionan con el desorden, el abuso y actos criminales en contra de su país. Al movimiento social de Ecuador lo relacionan con el extremismo más radical y merecen ser objeto de una intervención militar estadounidense. Lo mismo pasó con los luchadores sociales de Haití y se dio la invasión militar y actualmente se encuentran sitiados por tropas internacionales y estadounidenses, con la anuencia y apoyo de ese organismo internacional nada neutral llamado Naciones Unidas, que sirve de base de apoyo a todas las medidas de guerra que Estados Unidos ha venido desarrollando en las últimas décadas.
¿Qué pasa que todos los luchadores sociales de la actualidad son sinónimo de terroristas y como tales enjuiciados y criminalizados, los mismos a quienes en décadas pasadas se los enjuiciaba, torturaba, exiliaba o desaparecía por comunistas y guerrilleros?
Mientras tanto, millones de imágenes y palabras nos atacan desde los televisores y medios diversos, en forma sistemática y diaria, para que no queden fisuras y quedemos convencidos que cualquier acción en contra de los Estados Unidos es criminal y no un justificable derecho a réplica, derecho a sobrevivir y a construir un mundo de seres humanos sin hambre, educados, sanos y felices, sin competir unos con otros, sin sentir que nuestro vecino es nuestro enemigo. Mientras tanto nos vamos encerrando en nuestros hogares, cada vez más atemorizados de ese enemigo invisible que nos dicen está por todos lados y nos acecha, cada vez más solos, cada vez más egoístas y pegados a nuestros objetos personales, única referencia de que existimos, que nos va quedando.
Simplemente para mencionar algunas, hoy libertad en los medios significa esclavitud, paz es sinónimo de guerra y violencia, amistad significa intervención, demolición significa borrar las huellas de la tortura y el horror, amor significa odio, vida significa muerte y genocidio, reconstrucción significa destrucción, libertad de expresión significa censura y manipulación, democracia significa dictadura y tortura contra los disidentes. Todos los significados puestos al servicio de intereses de superexplotación humana, maximización de ganancias y poder total y totalitario, poder global.
Pareciera que esta guerra psicológica se puede definir como el exterminio de los antónimos, la arbitrariedad de los significados y toma a los seres humanos actuales como sonámbulos activos que no podrán ver la diferencia. El objetivo final parece ser lograr el exterminio de la conciencia humana.
A pesar de ello, existimos millones de seres humanos que expresamos en palabras e imágenes que describen, que muestran, que denuncian, que se rebelan, que responden, que proponen. A pesar de ello, millones de seres humanos estamos seguros de nuestro despertar y de nuestro futuro luminoso.

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