Escritos al pasar
Nelly Barbery
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09.04.09
Reflexiones sobre la película “La extraña historia de Benjamin Button”
Hoy, capicúa, vi a la madrugada esta película, copia trucha como todas las películas que se ven en este país, una historia conmovedora. El viejo que se torna joven y la joven que se va haciendo vieja… O el anciano que se desarrolla de la “vejentud” a la “infanjez” y la niña que va de la “juventud” a la “vejez”.
En esta historia va como telón de fondo el temor de hacerse cargo, de tomar responsabilidades de por vida. Un fenómeno muy de esta época. Solo se hace cargo la clase que está destinada al servicio, ya desde sus antepasados esclavos o sirvientes, los que lejos de un cuestionamiento, siguen lo que consideran un destino, las tareas de servicio destinadas a la servidumbre en el pasado. Adjunta al hacerse cargo, está la mentalidad mágica religiosa y la escasa formación académica.
Luego de un prematuro abandono, Benjamín, viejo-niño, crece en un ámbito de adultos de la tercera edad, confundido con uno de ellos en los primeros años, hasta entrados los 20. Metafóricamente, la película habla de toda la vejez que traemos, memoria genética de nuestros antepasados humanos, y memoria de valores y creencias que internalizamos en los primeros años, la de nuestros padres, tutores, tíos, abuelos, maestros, una visión generalmente perimida de la realidad, válida para otra época, que convierte a los seres humanos en enajenados de su propio tiempo. Es decir, desde la percepción moldeada para 40 o más años atrás, el ser humano va con una mirada de medio siglo de retraso, nace adulto mayor. Este mundo inicial del ser humano se podría definir como hombres y mujeres mirando al pasado , viviendo desde el pasado y sintiendo desde el pasado, esta imagen queda simbolizada en el reloj del señor gatau (o pastel) que iba hacia atrás, en sentido contrario al habitual de un reloj del sistema. Develaba gatau con este objeto, una característica de los seres humanos de este tiempo, involucionando, mirando hacia atrás, como meras estatuas de sal que simulan estar vivas.
Podría entenderse también de otro modo. La negación de las propias acciones, la no aceptación de la muerte de los hijos enviados al muere (léase guerra, abandono temprano, irresponsabilidad materna o paterna, Estado infantil y corrupto al servicio de unos pocos seres humanos, descuido, no contención). Observamos la contradicción y la muerte de quien no protegió debidamente a su cría…
Si bien la experiencia de crecer psicofísicamente se da en comunidad (familia, escuela), la experiencia de evolucionar logrando niveles más altos de consciencia solo puede darse en forma personal. La lucha de cada persona será por volver a nacer internamente, a registrar, a percibir, como nunca antes, sin marcas, casi un imposible, volver a sentir, a ver, a accionar desde valores elegidos en forma consciente e intencional y no ya desde la experiencia y percepción de otros, es un proceso interno que se puede parangonar con la imagen de volver a la más pura inocencia a través de los años, hasta olvidar el propio lenguaje hablado, cargado, por cierto de valores, vivencias y millones de ensueños, todos recogidos en una amplia y larga construcción social, que nunca termina, pero que tampoco es garantía de evolución, de no mediar intencionalidad primero social y después individual. Es un esfuerzo que toca hacer a cada uno, única posibilidad de evolución. Solo constituimos guías en el proceso de otro ser humano, la experiencia de la transformación le corresponde a cada uno.
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